Rondaban las 6 de la tarde esperando el transporte público, en un día como cualquiera, de tráfico intenso y, por si fuera poco, un calorón seco y sofocante se notaba.

Después de casi una hora aguardando el Qrobús, casi todos subieron a la ruta que al fin pasó; unos lograron sentarse, otros parados y apretados resistieron hasta el olor corporal que despedían, producto de la alta temperatura y de la ola de calor que se sentía en ese momento.

En cada parada casi no bajaba gente, pero qué tal la que subía. “Recórranse, atrás hay espacio”, decía el operador de la unidad. Más de alguno, con voz baja replicaba lo dicho de manera sarcástica: “díganle al chofer que no sea mamón”.

Casos de esos se viven día a día y son acostumbrados que ya ni sorpresa causan entre los usuarios de este servicio tan vital hoy en día para el traslado de norte a sur y de este a oeste; pero, no tan increíble como el que le sucedió a Don Pancho.

Ese 24 de abril, en la parada de la Alameda, una persona con movilidad reducida que lo limitaba sólo a usar una silla de ruedas, como pudo le hizo la parada; el chofer de la Ruta 7 accedió a detenerse y le dijo que “subiera” por la puerta de en medio.

Pancho decidió ayudar, pero tuvo que salir del camión para poder impulsar el autopropulsable desde los mangos de empuje, otro pasajero solidario jaló desde las llantas delanteras y lo guió desde dentro de la unidad para lograr subir al joven en su silla de ruedas.

Después de haber hecho esa buena obra del día, se advirtió el acto de generosidad a los ojos de quienes observaron la acción ciudadana, y trepó para seguir con su ruta a casa; fue en eso, que se escuchó al conductor con alzada voz que decía: “le encargo el pasaje al de silla de ruedas y al señor que bajó y volvió a subir”.

Sorprendidos y asombrados, los viajeros, hombres y mujeres, no dieron crédito a lo que escucharon sus oídos, murmuraron palabras de descontento y no podían creer lo que le pidió el chofer de la unidad CZ-0589; desbordaron expresiones de enfado combinado con enojo, incluso algunos se mofaron.

Don Pancho se dirigió al operador del Qrobús, le dio el pasaje de la persona en silla de ruedas y de manera amable le pidió reconsiderara el gesto humanitario que acababa de hacer, la respuesta fue negativa, tuvo que volver pagar su pasaje.

“Si me lo hubieran dicho antes ni ofrezco ayuda…”. Ya nadie dijo nada, solamente vieron a Don Pancho de manera cordial y agradecidos por el ejemplo de auxilio que brindó al incapacitado para caminar.

Por: José Contreras