Salvar vidas después de la muerte es posible y aunque lo más común es hacerlo al donar órganos también existe otra opción: donar todo el cuerpo.
“La donación de cuerpos ayuda en el avance de la ciencia de un país”, afirma en entrevista Diego Pineda, responsable del Programa de Donación de Cuerpos de México de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La iniciativa, que surgió hace año y medio, consiste en que las personas que mueren donen su cuerpo a la Facultad de Medicina de la UNAM ya sea para ser utilizados para investigación o para la docencia.
“Los médicos que formamos tienen que practicar y qué mejor que en un modelo idéntico humano”, señala el académico.
Al donar el cuerpo, el ámbito de la docencia se ve beneficiado pues los estudiantes de medicina y especialistas de la salud tienen los recursos para mejorar las destrezas y habilidades quirúrgicas en cuerpos reales y se disminuyen los errores por falta de práctica.
Explica que, por ejemplo, para realizar un trasplante se requieren personas especializadas que son las que quitan los órganos, quienes lo procuran y quienes lo trasplantan.
“En México quienes hacen esto tienen que prepararse en el extranjero”, señala.
Sin embargo, gracias al programa, ya se pueden hacer prácticas y tomar cursos. “Hemos hecho trasplante de riñón cadavérico, y de córnea. Los médicos pueden practicar y, a la larga, tener menos margen de error”, reconoce.
En el área de investigación se pueden desarrollar también nuevas técnicas quirúrgicas, estudiar enfermedades de las que se desconoce su origen y diseñar nuevos dispositivos biomédicos.
A diferencia de la donación de órganos, donar el cuerpo es un procedimiento más sencillo que no cuenta con tantas restricciones.
“Sólo tenemos cuatro puntos de exclusión, si la persona tuvo hepatitis C, VIH, tuberculosis, o si su muerte es considerada un caso médico legal”, asegura Pineda.
Desde la puesta en marcha del programa, en octubre del 2016, se han registrado 800 donantes, pero hasta ahora solo han llegado 14 cuerpos.
“Nos dimos cuenta que el mexicano es altruista, pero el problema es que no sabe cómo hacer ese altruismo”, asegura el médico.
El programa también busca tener referencias del cuerpo humano latinoamericano y desarrollar tratamientos adecuados para la población.
Sin embargo, de los cuerpos que han llegado sólo se sabe el motivo de su muerte y no todos los antecedentes de salud que tuvieron en vida.
Es por ello que ahora, cuando los donantes se registran, se les da un seguimiento anual en vida para saber si padecen alguna enfermedad y cuál es su estilo de vida, con la finalidad de que cuando fallezcan se pueda entender cómo todo ello les afectó.
“Nos preguntamos si influyó que no comiera, que no durmiera bien. Cuando les das seguimiento en vida al momento de la muerte puedes saber si las variantes influyeron o no en su vida”, dice Pineda.
Donar el cuerpo es un proceso muy sencillo. El donante tiene que ser mayor de 18 años y tener la firme intención de donar.
“Quien esté interesado puede programar su cita ya sea en el sitio de internet del programa o a los teléfonos del mismo”, señala Pineda.
Ahí, un experto le brinda a los interesados una charla para conocer los detalles del programa, despejar dudas y al aceptar se llevará a cabo un procedimiento legal que requerirá de firmar documentos y plasmar su huella digital en presencia de dos testigos.
En Latinoamérica existen tres programas similares al de la UNAM, dos en Chile y uno en Brasil y más de 100 en Europa y Estados Unidos.
“La idea es que esta iniciativa sea replicada en otras universidades del país. Ya están interesadas algunas de Nuevo León y otros estados”, finaliza el médico.