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viernes, marzo 29, 2024
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Los niños en Beirut sufren trauma tras la potente explosión

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(AP) — Cuando una potente explosión arrasó Beirut la semana pasada, rompió unas puertas de vidrio cerca de donde Abed Itani, de 3 años, jugaba con sus bloques de Lego. Sufrió una herida en la cabeza y cortes en sus pequeños brazos y piernas, y lo llevaron a urgencias, donde estuvo sentado entre otras personas que sangraban.

En los últimos días, Abed no ha vuelto a ser el mismo. Como miles de personas en Líbano, está lidiando con un trauma.

“Cuando llegué al hospital, lo encontré sentado en un rincón en la sala de urgencias, temblando al ver a personas gravemente heridas a su alrededor, la sangre goteando por todo el piso”, contó su madre, Hiba Achi, que en el momento de la explosión del pasado 4 de agosto estaba en el trabajo y había dejado al niño a cargo de su abuela.

“Ahora odia el rojo. Se niega a ponerse sus zapatos rojos”, dijo Achi añadiendo que Abed insiste en que los lave.

La masiva explosión de cerca de 3.000 toneladas de nitrato de amonio en el puerto de Beirut causó más de 170 muertos, alrededor de 6.000 heridos y daños materiales generalizados. La agencia de Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, dijo que entre los fallecidos había tres niños y que al menos 31 sufrieron heridas suficientemente graves como para necesitar tratamiento hospitalario.

Según Save the Children, unos 100.000 niños se vieron desplazados de sus hogares y muchos de ellos están traumatizados.

“Cualquier ruido le hace saltar ahora. Ya no come bien”, señala Achi. “Era un niño feliz, muy sociable. Ahora, no habla con nadie”.

Joy Abi Habib, experta en salud mental de Save The Children, apuntó que los menores traumatizados pueden reaccionar de forma diferente.

“Los dolores de cabeza, las náuseas, la enuresis y los problemas digestivos son síntomas físicos que los padres tienden a pasar por alto”, señaló. “Se vuelven dependientes y extremadamente alerta”.

Las hijas de Zeinab Ghazale, Yasmine, de 8 años, y Talia, de 11, se han negado a dormir solas en su cuarto desde la explosión, que rompió las ventanas de su departamento e hizo que los cristales volasen por la habitación.

“Sobrevivimos de milagro”, dijo Ghazale, que ha tenido que sacar a las niñas de su casa por unos días hasta que arreglen las ventanas. “Pero mi hija Yasmin sigue preguntando ‘¿Por qué no tengo una infancia normal? ¿Por qué tengo que pasar por todo esto cuando tengo solo 8 años?’”.

La psicóloga Maha Ghazale, que no es pariente de Zeinab, ha estado tratando a muchos menores tras la explosión. Muchos sufren incertidumbre “y siguen preguntando si esto volverá a ocurrir”.

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